En el año 2016, el MCU estaba floreciendo. Toda la base que se había estado colocando estaba comenzando a rendir. El año anterior ya se había sacado Ant-Man (que comento en este enlace) y Avengers: Age of Ultron (que comento en este otro enlace). Ambas habían sido muy exitosas y jugaban con el cross over de personajes entre películas. Así, en Ultron tenías a todos los Vengadores, algunos de los cuales estaban comentando consecuencias de cosas que habían pasado en otras películas. Thor, por ejemplo, que Jane estaba segura en una estación científica. Captain America con los sucesos de Winter Soldier (que comento en este otro enlace).
Es decir, el público ya estaba bien metido en la idea de que éstas no eran un montón de películas, sino que estaban frente a una franquicia que se estaba desarrollando delante de nuestros ojos película tras película. Genial. Novedoso. Bien hecho. Efectivo.
Además, estaba la expectativa de lo que se venía. En Ultron ya habíamos visto el inicio de los roces entre dos bandos y lo que sabíamos todos que eventualmente sería Civil War (que comento en este otro enlace). Además de otros muchos anuncios de personajes que tendrían sus propias películas y de otras cosas que estaban por salir. El 2016 era un momento muy emocionante para ser fan de Marvel.
Una discusión, sin embargo, era la ausencia de héroes que representaran a un sector de la población que no fuesen hombres blancos. Hasta ese momento, la única diversidad que habíamos visto en las películas del MCU eran en los villanos y en los asistentes de los héroes. Es más, hasta entonces no había habido una película con una heroína mujer en el título. Y ya se comenzaba a notar.
En las series de televisión ya habíamos visto unos primeros intentos. Ya habíamos tenido a Agent Carter (que comento en este enlace) que giraba exclusivamente alrededor del tema de la inclusión, arruinando un poco la fórmula. Con Jessica Jones (que comento en este enlace) aprenden la lección. Ya no solo nos presentan a una heroína mujer al nivel de sus contrapartes masculinas, sino que es una heroína que tiene sus aventuras y sus misiones y que casualmente durante el desarrollo de éstas resulta que se afianza como un personaje empoderado e independiente. No hace falta que todo el rato esté hablando de ello. Mucho más sutil. Mucho más efectivo.
Algo similar pasa con Luke Cage. Esto es antes de la película Black Panther. Incluso antes de la primera aparición del personaje en Civil War. Mucho antes de las producciones más culturalmente coloridas de los últimos años, como Shang-Chi and the Legend of the Ten Rings o Moon Knight. Luke Cage llegó en un momento en el que se criticaba que el MCU fuese demasiado blanco y que requería más diversidad. Y tenía todo el potencial para ser el Black Panther antes de Black Panther.
Salía de las series de Netflix anteriores, como Daredevil (que comento aquí) o Jessica Jones, las cuales habían tenido éxito. Ahí el personaje cuadraba, porque no lo estaban forzando. Era una de las muchas redes que habían tirado para ver qué funcionaba. Y el público estaba pidiendo más series de Netflix. Y estaban pidiendo más diversidad. Y Luke Cage había sido bien recibido. ¿Qué podía fallar?
Pues que hicieron una serie sobre un tema social, no sobre una historia. Como digo, genial que quieras abordar temas sociales en estas series. Para eso están, en buena medida. Pero tiene que haber una historia. Tiene que haber trama, tiene que haber intriga, tiene que haber drama. En la primera temporada de Luke Cage hay todo eso, pero sometido a un mensaje social. Y así no funciona.